4 sept 2016

Hombre golpea brutalmente a perro



Ninguno de nosotros quiere ver esto. Jamás querríamos que nuestros hijos lo vieran. En presencia de una cosa así, todos haríamos lo posible por salvar al perrito, y, muy probablemente, le querríamos sacar la chucha al weón (aunque después decidamos no hacerlo). Porque en el fondo, todo ser humano, salvo que sea un psicópata, tiene la tendencia natural (o tal vez socialmente desarrollada, no sé) a no querer hacerle daño a otro, y más aún, a cuidar al más débil. Nadie quiere ver a un niño siendo golpeado, a una mujer siendo violada, a un hombre siendo acuchillado. Incluso cuando no hagamos nada al respecto, cualquiera de estas situaciones nos produce un rechazo automático. Tal vez no todos lloremos de impotencia, tal vez no todos queramos andar por el mundo rogando compasión, pero todos coincidiríamos en que la persona que hace este tipo de cosas es un criminal o, al menos, un antisocial. 

En presencia de esto, nadie se atrevería a llamar sentimentales a quienes queremos defender al perrito, ni nos mandaría a preocuparnos de "cosas más importantes", no tendríamos que deshacernos en explicaciones de por qué el actuar del hombre del video está mal. Porque todos sabemos que está mal. Nadie nos llamaría radicales, ni creería que le estamos imponiendo nuestro pensamiento al mundo. Claro, salvo el hombre del video, quien podría perfectamente acusarnos de eso. Efectivamente, le estamos imponiendo la obligación de respetar a un ser que siente, que sufre, al que le duele, que vive y que puede dejar de vivir por lo que él hace. Nadie, salvo el psicópata y aquel que piensa como él, justificaría la acción del video alegando que alguna vez, en alguna era de la historia humana, era natural que el hombre torturara y matara perros. Nadie incluiría entre sus argumentos a los grupos indígenas que a veces deben comer perro para sobrevivir, ni las islas desiertas, ni los colmillos. El hombre del video tiene manos, manos que le sirven para golpear y matar, ¿es obligación que las use para eso? Nadie tampoco se atrevería a mencionar que los gatos también golpean y matan pájaros y ratones, porque, lógicamente, los gatos no son nuestro referente moral. Por fortuna tampoco lo son los leones que comen cebras. Nadie con un poco de inteligencia acudiría al argumento de que Hitler amaba a los perros, y que, por lógica, cualquiera que ame a los perros se convierte automáticamente en Hitler. Afortunadamente, nadie sacaría a relucir el igualmente importante sufrimiento del suelo que el hombre pisa, o de las pulgas que fueron golpeadas cuando se golpeaba al perrito. Nadie, en su sano juicio, usaría esos argumentos, porque todos sabemos, en nuestro sano juicio, que son muy malos argumentos. Y que, al final, nada justifica el actuar del maldito del video. 

Si alguien le dijera a cualquier de los que vimos el video que luego la piel del perrito fue usada para producir un abrigo maravilloso y abrigado, ¿alguno de nosotros querría comprarlo? ¿Por qué no? Si el ser humano necesita abrigarse, y puede morir de frío. Ah, porque hay otras formas de abrigarse. Sí, hay otras formas. Muchas, mucho más baratas, y claramente millones de veces más compasivas. ¿Para qué optar por suplir una necesidad mía con un producto que claramente va en contra de mis principios? ¿Por qué habría yo de destinar mi plata a una industria que genera un daño cuando puedo optar por tantas otras que, tal vez no lo eliminan del todo, pero sí lo minimizan?

Las vacas, los chanchitos y los pollos pasan por lo que pasó este perrito a diario. A diario. Una y otra vez, y nacen y viven así, y así mueren. Y continúan naciendo para morir. Si ninguno de nosotros quiere ver esto que le pasa al perro, la solución no es no ver el video , sino dejar de participar de la industria de abrigos de piel de perro que el protagonista del video tiene. Porque a ninguno de nosotros, por suerte, tampoco nos importa que el hombre se quede sin trabajo.


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