1 ago 2015

Lo que la muerte de Cecil puede enseñarnos sobre la empatía


La trágica muerte de uno de los leones más queridos de Zimbabue, Cecil, ha generado indignación a nivel mundial. Y con razón. Es muy difícil comprender por qué alguien querría matar a una criatura tan increíble. El dentista estadounidense que cazó a Cecil con arco y flecha habría pagado 55 mil dólares para obtener el permiso para matar un león. Lo registros indican que Cecil fue atraído con una carnada hacia las afueras del parque nacional Hwange para ser cazado. Esto porque es ilegal cazar dentro de dicho parque.

La muerte de Cecil es sin duda devastadora. Pero conlleva un cuestionamiento más profundo: ¿estaríamos contando esta historia si se hubiese tratado de cualquier otro león? Aproximadamente 600 leones son asesinados anualmente en actividades de caza deportiva. En una declaración, el cazador de Cecil indicó:

"Lamento profundamente que mi participación en una actividad que adoro y que practico de manera legal y responsable haya tenido como resultado la desaparición de este león".



Este león. Si hubiese matado a cualquier otro león, o a cualquier otro animal, quizás nunca nos hubiésemos enterado de esta historia. Pero Cecil tenía un nombre. Tenía una personalidad. Era querido.

¿El hecho de tener un nombre hace la vida de un animal más valiosa? Todos los leones tienen un carácter único. Todos tienen seres queridos. Todos pueden tener cachorros, como Cecil. Pero sus muertes no saldrían en los titulares.

Querámoslo o no, una característica innegable del ser humano es que nos preocupamos más por quienes conocemos que por aquellos con quienes no tenemos mucha relación. Con Cecil nos damos cuenta de que de solo saber el nombre de un animal, ya nos sentimos conectados con él. Entendemos que él es un alguien

Pero, ¿y si fuésemos capaces de extender nuestra compasión hacia los animales que no conocemos?



¿Y si el cazador, al verse enfrentado a otro león desconocido en su próximo "paseo", reconociese que cuando se trata de valorar la propia vida, todos los leones son Cecil?

Nuestra tendencia a favorecer el bienestar de quienes conocemos por sobre el de aquellos que nos son extraños puede parecer normal. Pero cuando se trata de lo que es justo, la familiaridad puede transformarse en un imán que arruina nuestra brújula moral.

Si Cecil no hubiese sido famoso, ¿sus últimos minutos habrían sido más fáciles? Tal vez para nosotros, porque a veces la compasión duele. Pero no habrían sido más fáciles para Cecil, y ciertamente el hecho no habría dejado de  ser un gran error.

Si estamos de acuerdo con el punto anterior, ya eso sería argumento suficiente para terminar con la caza deportiva de todos los animales. Pero hay algo más. 

Lo cierto es que cerrar los ojos ante la maldad no le alivia el dolor a otros, solo nos protege de sentir nosotros ese dolor y además nos impide de detenerlo.
El mundo entero está indignado, y con razón, ante la muerte de Cecil. Todos concordaríamos en que su vida era más valiosa para él que el momento de placer que el cazador pudo haber sentido. ¿Cómo podríamos comparar esas dos cosas? 

Existe un sentimiento de indignación similar en algunas partes del mundo con respecto a comer perros. Ciertamente un momento de placer culinario no puede justificar la matanza de alguien como Lassie. Tal vez si ellos tuviesen la relación que nosotros tenemos con los perros, podrían entenderlo...

¿Qué pasa entonces con aquellos animales que no conocemos, aquellos que no tienen nombre? Si los llegásemos  a conocer, ¿nos perturbaría también la forma en que son tratados? 

En las áreas de India en las que las vacas son sagradas, las personas no logran concebir que en otras naciones seamos capaces de transformar estos animales de naturaleza tan gentil y curiosa en hamburguesas. 

También tenemos a los cerdos, que más comúnmente vemos en la sección de cecinas del supermercado, que pueden ser maravillosas mascotas. 

Si alguien ha tenido la fortuna de tener un cerdito como mascota, puede comprobar que estos animales son tan o más sociables que los perros. Muchas de las familias que han adoptado uno lo consideran parte de la familia, y terminan siendo incapaces de pensar en comérselos y rechazando la industria de la carne en su totalidad. Lógico, si los cerdos mueven la cola cuando están felices, reconocen y responden a su nombre y pueden ser muy cariñosos.

Las industrias que usan a los animales como productos saben que tendrían mucho que perder si nos dijeran que el individuo del que se hizo la salchicha en nuestro plato se llamaba Margarita, que era tímida e introvertida, pero que amaba profundamente a sus lechones. Los animales de la industria de la carne no tienen nombre. Son números. Pero no por eso dejan de ser individuos únicos.

Este león nos importa. La muerte de Cecil nos importa. No porque sepamos su nombre, sino porque la vida y la dignidad de cada individuo importa. 

Entonces ¿es posible lograr un mundo en el que extendamos nuestra compasión hacia todos los individuos, humanos y animales? Claro que sí. La compasión es como un músculo, entre más la ejercitamos más fuerte se pone. Y esa fortaleza puede modificar tradiciones, industrias y, más importante, vidas. 


Todos los días tomamos decisiones que inciden en el bienestar de individuos que no conocemos. Lo que compramos, la ropa que usamos y, sobre todo, lo que comemos. Para crear un mundo más gentil y amable, solo necesitamos tomar conciencia del poder que tienen nuestras elecciones diarias de transformar (y ojalá mejorar) la vida de los animales. 


Texto traducido de 
http://www.onegreenplanet.org/animalsandnature/what-cecil-the-lions-death-teaches-us-about-empathy/. Si estás de acuerdo, por favor comparte. 

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