Sueño que llegas a mi casa del condominio a buscar a tu amiga y yo doy mil vueltas tratando de conversar contigo.
Te veo de lejos, en tu moto, en tu actitud de zorrón. Corro a buscar las llaves del portón grande para ayudarte a salir y, al verme, caminas hacia el portón de atrás. Para allá parto, y en el camino te sigo viendo por los espacios que hay entre las casas. Veo cómo cambias tu rumbo, veo cómo me ves. Te llamo a tu celular, que me sé de memoria, y te veo mirándolo en tu mano. Me sale equivocado.
En algún momento, cachando mi desesperación, tu amiga me dice que es para no molestarme. Y yo le respondo que si te importara no molestarme no te habrías puesto a pololear 2 meses después de jurarme que nunca más me ibas a prometer cosas que no ibas a cumplir, y acto seguido, prometerme, nuevamente, que te ibas a mejorar, para que nuestro pololeo de 4 años no fuera en vano, para poder ser felices otra vez.
Y ella simplemente da vuelta la cara y se va caminando, sin mirarme.
Entonces le grito que yo sigo existiendo, que aunque haga como que no existo, aquí estoy. Que me enfrente.
Y me doy cuenta de que ese mensaje en realidad es para ti.
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